miércoles, 28 de julio de 2010

Messi y diez más

El autor compara la política argentina actual sin equipos ni organización, basada en la sola esperanza de aparición o permanencia de un líder fuerte, con el fútbol que practicamos.





Sería una pena dejar pasar las formidables lecciones que este Mundial nos ha dado a los argentinos.

Es sabido que en el fútbol existen equipos buenos y equipos malos.

¿Qué es un equipo bueno? Un grupo humano que responde a un sistema de juego, constituido por la complementariedad de funciones, que se da por la interacción intensa entre sus integrantes. El sistema de juego es un principio de orden que aprovecha al máximo el carácter social del fútbol. Estos equipos poseen un mayor equilibrio y fortaleza psicológica. En caso de enfrentar condiciones adversas tienen mayor capacidad de adaptación al desafío. 

¿Qué es un equipo malo? Un grupo humano que no tiene sistema de juego, que responde a una mera lógica de acumulación, en la cual la agregación de sus partes no resulta en una unidad de orden superior y consecuentemente, de mayor eficacia. La acción de sus miembros nunca llega a establecer las interacciones que requiere el carácter social del juego.

Los equipos malos son usualmente derrotados por los equipos buenos.

Existe sin embargo un tipo intermedio entre unos y otros: el equipo malo con grandes individualidades. Ocasionalmente, estas individualidades se sobreponen a la lógica del fútbol y consiguen vencer a los equipos buenos. Esto sólo puede suceder en un campeonato corto y de eliminación directa, como es un Mundial. 

Pero en competencias prolongadas, el equipo ordenado se impone invariablemente al que juega sin concierto. Perón tenía razón: la organización vence al tiempo. 

El resultado final de la selección argentina dejó claro qué tipo de equipo era. Quizá el mejor grupo de jugadores de la Copa del Mundo, nunca pasó de ser un rejunte de individualidades de primer orden. 

Sería un error pensar que no existían datos para prever el desafortunado desenlace. Desde que Diego Armando Maradona asumió como técnico, quedó claro que depositaba su confianza en el destello de las individualidades.

Esto fue señalado tempranamente por los analistas más lúcidos y menos oportunistas. La convocatoria masiva de jugadores estaba destinada al hallazgo de individualidades y no a la formación de un grupo, de un equipo que se conociera mutuamente, se entendiera y compartiera una misma concepción de juego.

Para que un jugador pueda hacer una transición exitosa a director técnico, tiene que adquirir una concepción integral del juego. Este paso es más fácil para un defensor que para un volante o un delantero, puesto que la defensa es una función cuya eficacia depende esencialmente de la labor colectiva. Se debe responder concertadamente a las maniobras de los atacantes, adoptando sistemas de relevo y contención elástica.

Maradona no parece haber trascendido el estadio de jugador. Al confiar exclusivamente en el desequilibrio que a veces producen las individualidades, no hizo sino trasladar su experiencia como jugador a todo el equipo, sin preocuparse por definir un sistema táctico. 

Siempre pensó que la principal fortaleza del equipo eran sus jugadores estrella: "Lo tengo a Messi" respondió cuando se le preguntó sobre el asunto. No advirtió en ningún momento que incluso para que todo un equipo juegue en función de un jugador, ese equipo debe tener una idea de juego.

La fortuna que supuso enfrentar a malos equipos en la fase inicial se desvaneció frente a la poderosa selección alemana, que desnudó las debilidades y las miserias del planteamiento individualista.

Por Alemania jugó un equipo; por la Argentina apenas once jugadores. El primero jugó al fútbol; los otros hicieron lo que pudieron. 

En terminología freudiana, el "principio de realidad" se impuso implacable e inapelablemente al "principio de deseo".

Sin un esquema definido sencillamente no se podían hacer variaciones a los planteamientos ni adaptar el sistema a adversarios de diversas características.

Cuando Maradona proclama que va a morir en la suya, revela que no tiene siquiera una idea de juego. Cuando dice que la "moda actual" del fútbol es el juego colectivo, parece ignorar las tendencias de los últimos 40 años (período que incluye su carrera como jugador).

Cuando explica que los grandes jugadores deben ponerse al hombro el equipo, traslada a Messi y otros la idea la idea del hombre providencial, esa que Maradona tiene de su propio protagonismo (bastante poco generoso con sus compañeros de gestas).

Es muy difícil que un individualista comprenda y pueda responder a los verdaderos desafíos del liderazgo. 

Pero el individualismo argentino no es exclusivamente futbolístico. En realidad, constituye uno de los males nacionales más arraigados y difíciles de erradicar, puesto que es una actitud que se encuentra en el plano cultural, inficionando así el resto de las esferas de la vida: social, política, económica.

Quizá precisamente por eso, es de los vicios menos advertidos y estudiados por los intelectuales, que en general son grandes individualistas. Pero además, muchos de ellos entienden que existe un fuerte déficit de individualidad entre los argentinos.

Es el caso del recientemente fallecido Víctor Massuh, quien en La Argentina como sentimiento, un libro que fue muy leído y celebrado en tiempos de su publicación, explicaba que los principales males del país se encontraban en la progresiva represión, inhibición y ocultamiento de la individualidad nacional, característica que ha causado el populismo (léase peronismo).

Las tesis de Massuh merecen ser discutidas, pero su caída en los clichés más remanidos del liberalismo vernáculo condiciona sustancialmente su visión del país. En lugar de adentrarse en el delicado problema de la sociabilidad argentina, plantea el problema en la falsa dialéctica masa-individuo, tomando partido por este último. 

Messi (o Mascherano) y otros diez. ¿Cristina, Kirchner, Macri, Narváez, Cobos, Alfonsín, Duhalde? ¿Y cuál es la diferencia? ¿Quién de todos estos candidatos puede mostrar un equipo de gobierno capaz de tomar el timón del país?

Desde hace muchos años, los especialistas están ausentes del gobierno. Los expertos son sustituidos por militantes o marionetas. Los intelectuales apenas hacen la función de patrulla ideológica (de forma bastante ineficaz, por cierto). Ni partidos quedan para formar equipos de gobierno. Los gobernantes ni siquiera se toman el trabajo de consultar a quién más sabe del problema que deben resolver.

De este modo es imposible definir políticas a largo plazo, planes de desarrollo, proyectos de amplio recorrido. 

El principal obstáculo que el país enfrenta en las próximas elecciones no es el candidato a presidente sino la incompetencia flagrante de la clase dirigente, la inexistencia de equipos directivos, la absoluta inadvertencia en torno a la necesidad de formar un nuevo liderazgo, que debe entenderse en términos de equipos y no de hombres fuertes. La pregunta que deberíamos responder no es por quién, sino por quiénes votar.



via - losandes

0 Responses to “Messi y diez más”

Publicar un comentario